domingo

Mi Barrio

Mi barrio; El Bosque tiene sus personajes y sus lugares, como todo barrio en cualquier lugar,
por eso me animo a contar de ellos, para que compartamos cómplicemente lo que son y hacen.

En el reino del Tukma-nao, no se quiere ir el verano, amagan unos fresquitos, unas lloviznas medio heladas, pero cuando se descuida sale el solcito de nuevo, y todo vuelve a la normalidad.
Cuando salgo a la calle, veo flores en los jardines, en las ventanas, y los Lapachos, los Crestones, las Tipas, los Fresnos, los Palos Borrachos, los Naranjos, los Siempre Verdes en las veredas con las hojas en su mayoría verdes, no se anima el otoño, todavía.
La gente anda suelta de ropas, y yo sigo con mis alpargatas y mi bermuda gastada y mi remera negra. “Que te así el rolinga” me grita el Gordo Mario de la esquina, una mezcla de Homero Sinpsom con Minguito.
Los changos vienen de jugar a la pelota en el parque Avellaneda en cueros, o descalzos, con las zapatillas en la mano.
Mi barrio; El Bosque tiene sus personajes y sus lugares, como todo barrio en cualquier lugar del mundo, por eso me animo a contar de ellos, para que compartamos cómplicemente lo que son y hacen.
A tres veredas de mi casa vive La María, una viejita, petisa, chueca, caderas anchas, infatigable, se camina todo, una carita llena de arrugas y sonrisas y unos ojos azules siempre vivos.
Ella hace “comida para llevar”, pero de años de conocerla, hace un tiempo me enteré de una parte de su personalidad, de su vida de vecina. En la cuadra, hay muchas familias que están hace más de cuarenta años, muchos de ellos muy viejitos, con hijos que se fueron a hacer su vida, o emigraron a otros lados, o simplemente no tienen familia.
Ella los conoce y compartía la vida del Barrio, pero ahora, les lleva comida, los atiende, y con algunos de sus hijos y vecinos se ocupan, cuidándolos, comunicándolos con sus familiares y a algunos les da de comer sin nada a cambio, solo por el hecho de ocuparse de ellos.
Sus empanadas son famosas por el solo hecho que están llenas de amor y solidaridad. Vende muchas y de eso vive.

Foto: 1) Parque Avellaneda 2) Cementerio del Oeste 3) Ermita Bazan Frías 4) Plaza Gramajo Gutiérrez 5) Gomero 6) Estatua Mate de Luna 7) Ex Escuela Agricultura 8) Tulio – Mazza 9) Parroquia Subterránea 10) Ateneo 11) Plaza Don Bosco. Para ver en detalles, hacer doble clic en la foto.
Para el lado del Parque y del cementerio del Oeste, sabía vivir, digo así, porque no se sabe nada de el, un viejo, mal entrazado, que todas las tardes recorría el parque con una bolsa de arpillera o las de los súper. Más de un padre, que jugaba con sus hijos, lo miró de reojo, o se puso en alerta cuando el pasaba.
Lo que muchos no sabían, que el viejito, recogía en su bolsa, vidrios, latas y a veces alguna jeringa con la que alguno de noche se drogaba. El parque ya no es el mismo desde que el no está.
El Parque Avellaneda, en la antigua pileta municipal, se refaccionó para generar espacios de cultura, en ella, últimamente actúan los grupos de teatro; Al Descubierto y Ankazo. En los últimos tiempos hay un fenómeno en este rubro, sobre todo el dedicado a los niños, se incrementó en Tucumán.
Sobre ese cementerio, en una de las paredes que da hacia el norte, a la par de un Eucalipto gigante, está una ermita pequeña, donde se ponen velas a la memoria de "El Manco" Andrés Bazan Frias, quizás el mas conocido de los "milagrosos tucumanos", murió a manos de la policía, mientras escapaba y trataba de meterse al cementerio.
Dice la leyenda, que el Manco no pudo saltar la tapia del cementerio, porque cuando estaba arriba, sintió la presencia del alma del sargento José Figueroa que él había matado y quedó paralizado, lo que produjo la reacción de aquellos que lo perseguían y le dieron muerte. Quizás, la "presencia" del policía Figueroa fue lo ñultimo que viño antes de viajar a la leyenda.
Los escritos que lo sucedieron dicen que su padre, lo veló toda la noche en el mismo cementerio y que entre sus pertenencias se un crucifijo, un escapulario y una medallita, además de una copia borroza y doblada de la orden de su captura.
Estos elementos religiosos, sumados a que un incendio misterioso hizo desaparecer su prontuario, llevaron a que al instante de su muerte comenzó la leyenda: El delincuente Manco Bazán dejó paso al Gaucho Bazán Frías. La cosa es que siempre hay velas prendidas.
Tiene dos lugares de devoción; el cementerio del Oeste (donde murió), y en su tumba que se encuentra en el Cementerio del Norte, el de los pobres.
Y un poco más halla, sobre la misma vereda y el mismo paredón, otra ermita con velas y flores, según dicen son los chicos y chicas, creo que 7, que murieron en un enfrentamiento con el ejercito, allá en los 70. Residían en sobre el pasaje, creo que Rubén Darío, y al escapar fueron baleados contra la pared y sus cuerpos estuvieron 2 días tirados al frente de la entrada del cementerio, en aquel gomero gigantesco que hay, quizás el árbol más grande de la ciudad.
El Cementerio del Oeste, o cementerio de los ricos, ocupa unas 3 manzanas, y esta llenos de monumentos familiares o de asociaciones o mutuales, tiene una calle arbolada y senderos llenos de monumentos, de distintas épocas y con apariencias muy bellas arquitectónicamente.
Para muchos es un lugar de paseo y de ir a pensar un poco. Es de 1854.
En el están los resto de tucumanos notables como; Lucas Córdoba, Brígido Terán, Benjamín Matienzo, Lola Mora y Ernesto Padilla. Tiene una superficie de 56.000 metros cuadrados y contiene 3.000 tumbas divididas en sepulturas, mausoleos, sotanitos, capillas y panteones.
Está ahí el conocido cura Carrone, creador del Comedor Infantil don Bosco, y aún hoy, los que eran sus chicos a quienes les daba de comer y vestir lo van a visitar.
Al frente del Cementerio, hay una plaza, que es muy raro el tucumano que conoce su nombre, tiene dos cosas que la distinguen de las demás, de por si es muy linda, llena de árboles, como el gigantesco Gomero (Ficus Elastica) que sobresale majestuoso por sobre todos las demás plantas (fue nombrado por alumnos de los colegios como el Arbol Notable del 2004) y una bellísima obra escultórica “El pensador”.
Es una escultura de 1911 que originalmente fue emplazada en la Plaza Independencia en ese mismo año y fue traída desde Roma (Italia), perteneciente al escultor tucumano Pompilio Villarrubia Norri. La plaza se llama Plaza Alfredo Gramajo Gutiérrez, un destacado pintor costumbrista, nacido en Monteagudo, Tucumán.
A la vuelta, yendo hacia la Mate de Luna y Asunción se encuentra la estatua de don Fernando Mate de Luna, el que fundo por segunda vez San Miguel de Tucumán y sobre la San Martín atrás de la Maternidad, se encontraba la Escuela de Agricultura, famosa en todo sentido, activa en la vida estudiantil política junto al Colegio Nacional y el Gimnasium. Fue trasladada a un lugar mejor. Ahora es un museo. En ese predio estaba la “canchita de la agricultura”, donde se armaban algunos campeonatos.
Sobre la Marcos Paz, el club del mismo nombre, que se clausuró porque nadie se ocupaba del el, luego fue una tanguería y ahora está cerrado. Muchos “eran” asiduos jugadores de bochas, cuyos “partidos” terminaban a la madrugada y los jugadores volvían a sus casas en un estado lamentable, como si ellos hubieran sido las bochas.
Sobre la San Juan vivía la Cachola, así le decíamos, su nombre René, una de las personas mas inquietas y alocadas que conocí, de chico no tenía ley, incorregible, cuando el llegaba a la esquina se terminaba la tranquilidad. Cuando jugábamos a la pelota, su manera molestaba a los contrarios, pero jamás respondía los insultos o los golpes, nosotros nos sentíamos obligados a cuidarlo. Se fue al sur del país, se convirtió en poeta y cuando volvió al pago, fue para morir de un cáncer fulminante, aún así recorrió el barrio y nos saludo-despidió a todos.
Al frente de la casa de René, la manzana donde están los Colegios Lorenzo Massa y el Tulio, con su parroquia vieja, que antes era un cine, con sus palcos ubicados en dos pisos, su piso de madera y la gran pantalla que nunca se utilizó, y que alguien pinto un sueño de San Juan Bosco. Los salesianos tenían en construcción una Iglesia en la otra esquina, sobre la calle don Bosco, una Iglesia subterránea, donde jugábamos a escondernos o vagar un poco.
Aún se conserva esa iglesia, que nunca fue usada, porque las napas de agua, muy superficiales la llenaban de agua siempre, y se convertía en una inmensa pileta, que usábamos a escondidas de los curas cuando el calor tucumano nos apretaba, el agua, muy fría, nos hacía salir muy rápido.
Ahora está vacía pues unas bombas sacan el agua, la construcción es bellísima, con ladrillos a la vista, urnas donde supuestamente estaría las imágenes de santos, hay un altar, iluminada solo por los ventanales que dan a la calle, a la altura de los pies de los que pasan por la vereda, conforma una figura muy bizarra, dirían mis amigos del teatro.
Sobre esta, se está realizando una iglesia nueva, con unos vitrales gigantescos sobre la vida de un santo.
Detrás de esta manzana se encuentra el Ateneo, un campo de deportes que reunía más de 2000 chicos los fines de semana y feriados, que en la década del 70 organizaba campeonatos de fútbol, básquet, natación, yudo y se practicaban todos los deportes y juegos habidos y por haber, no había limites para eso, había libertad para hacerlo. Sacó a muchos chicos de las calles.
Tambien estaba sobre la Don Bosco, en la misma manza que el Ateneo, el Centro de Ex alumnos, y una cancha de pelota a paleta, llena de jugadores.
En la calle Santiago estaba el sindicato de Smata, cuando éramos chicos, pertenecíamos al “coro” de los mecánicos y por unas monedas, cantábamos su marchita en los actos sindicalistas. Al frente, la sodería de los Gallo.
Y en esa misma calle, el Hogar de Ancianas de la Merced, un grupo de hermosas viejitas que viven su vida con saludos y sonrisas cuando pasas por su vereda y si las miras, seguro que te preguntan o cuentan algo y te sentís sanamente obligado a conversar.
Sobre esa vereda, hay un viejito flaco, con una gorrita y una escoba, barre todo, veredas, la orilla de los cordones, de su casa y la de los vecinos, siempre está arreglando algo, o pintando las baldosas de su vereda, con tarritos de distintos colores, los pinta, pero últimamente anda medio enfermo, porque su portón están sin pintar y la vereda hace rato que no es reparada.
En la Placita Don Bosco, donde está el Comedor Infantil se llena de changos y chinitas que juegan, cantan, corren y gritan. Era brava la gente de la placita, cuando los sábados se armaban los partidos de fútbol por plata, siempre había problemas, ahora está mucho más tranquilo.
Mas allá está el estadio de los cuervos de Central Norte, mis vecinos de más edad cuentan que no solo los llamaban así por el color de la camiseta negra, sino porque en la cancha había una pareja de cuervos domesticados que vivían en las tribunas. Cuentan que fueron víctimas de los hondazos de los hinchas contrarios cuando en los partidos se paraban en los arcos.
Te podría contar muchas cosas de mi barrio, de los viejos vecinos, de los nuevos edificios llenos de departamentos con gente que vino a vivir, de sus fábricas, sus negocios, de sus instituciones.
De las esquinas llenas de changos que se quedan hasta altas horas conversando y sus carcajadas y gritos de burla son parte del paisaje, de los viernes y sábados a la noche cuando los chicos salen a bailar o a tomar algo, o los domingos a la mañana temprano, cuando mi vecino -poco vecino- saca la basura y mientras va a comprar el pan la deja en otro cesto.
O cuando los changos vuelven de sus salidas, caminando despacio, las manos en los bolsillos, la camisa afuera del pantalón, hablando bajito, con la coreografía de bostezos y pateando alguna naranja agria.
Mi barrio como cualquier otro, pero único, original, grandioso. En otro momento te contaré de sus leyendas urbanas.

sábado

Mate cebao

Me encanta el mate cebao, el mate cocido, el yerbiao de los Valles y hasta me gustaba la gaseosa de la Coca Cola, llamada Nativa, se acuerdan? a base de yerba.
Para mi significa estar muy acompañado y tener las manos ocupadas en un ritual muy importante de mi cultura personal y comunitaria. Escribo esto y de reojo veo la tele y en ella hay una ceremonia del té en Japón, y me dije, para mi es lo mismo que para el pierna ese en el otro lado del mundo.
Es como una religión, con iglesia y todo, y me acuerdo que iglesia significa asamblea, gente reunida. Y así es el mate, aunque estés solo tu ser se comunica con tus seres queridos, especialmente cuando estas lejos de ellos, porque sabés que a ellos les pasa lo mismo, están comunicados con vos.
La internet nunca podrá suplantar esa sensación de estar tomando unos mates solo, pero acompañado.

Hablemos un poco de la Lagenaria siceraria, es decir, uno de los elementos del mate; el porongo, calabaza de peregrino o jícaro. Es una planta trepadora de la familia de las cucurbitáceas, cuyo fruto —comestible cuando tierno— se cultiva principalmente para ser utilizado seco, como recipiente.
Es lo que comúnmente llamamos Mate, es castellanización del vocablo quechua “mati” que significa vaso. Poro y Porongo, son, tambien castellanizaciones de los vocablos quechuas “puru” y “purungu”, que se refieren en general a la calabaza y el segundo en particular a la de dimensiones mayores.
El fruto de esta planta sirve, una vez seco y sacadas sus semillas del interior, para fabricar los recipientes para el mate, una bebida estimulante elaborada con las hojas de Ilex paraguariensis.
Se cree que el porongo fue una de las primeras plantas cultivadas, sobre todo para almacenar agua en sus frutos.
Se la registra desde muy antiguo en numerosas culturas. De origen probablemente asiático o africano, La Siceraria aparece en excavaciones antiquísimas; en África y América se han encontrado restos datados alrededor del XII milenio adC.
Se presume que los frutos maduros, capaces de flotar, contribuyeron a su difusión cosmopolita.
(Fuente: Wikipedia y Educar)



Izquierda: Mate de Caña - Derecha: Mate de Asta



Izq: Mate de Poronco con apliques de corteza - Der: Porongo con retobado de escroto de toro.

Podría escribir tantas cosas sobre la “ceremonia” de tomar unos mates, pero para que redundar, voy a compartir con uds. unos escritos de Hernán Casciari.

La existencia del alma en el Caio
“El Zacarías y yo tomamos mate. Siempre. A cualquier hora. Las veces que estuvimos a punto de separarnos, las veces que llegó un hijo nuevo a casa, cuando lo echaron del trabajo, cuando Argentina salió campeón del mundo, cuando se cayeron las torres gemelas. Cuando murió mamá... Entre el Zacarías y yo hubo días sin besos a la mañana, semanas sin dirigirnos la palabra, meses enteros sin juntar los pelos, años larguísimos sin un peso en el bolsillo. Pero no hubo nunca en nuestro matrimonio un solo día sin que él o yo nos sentáramos en silencio a tomar mate.
El mate no es una bebida, corazones de otro barrio. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás sola. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es “hola” y la segunda “¿unos mates?”.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los hijos de puta.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. El Caio empezó a pedir a los cinco. La Sofi a los nueve. El Nacho a los tres. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un chanquito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza:
—¿Dulce o amargo?
El otro responde:
—Como tomes vos.
Yo les escribo siempre a ustedes con el mate al lado del teclado. Leo los comments con el mate al lado. Los teclados de Argentina y Uruguay tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Escribo esto por algo. Hoy llegamos todos de la calle y el Caio estaba tomando mate solo. Nunca antes había tomado mate solo. Siempre con el Chileno calesita o con la hermana, o con nosotros. Solo jamás.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
El Caio no sabe qué carajo le pasa. No va a recordar este día. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
Yo no me acuerdo de mi día. Zacarías tampoco. Nadie se acuerda. Pero hoy el Caio empezó a tomar mate solo. Hoy, 8 de enero del 2004, a la madrugada. Su padre y yo, escondidos en el pasillo, empezamos a mirarlo con respeto.”

Gracias Casciari por hacer de algo tan simple poesía que moviliza el corazón, como el mate. Y sabés, en Tucumán, dentro de un tiempito, va a comenzar a hacer frío, y lo espero, aunque no me guste andar lleno de ropa, porque mi changuito de 10 años, me va a pedir; “papá, tomemos unos mates de leche? Como desde hace 3 años lo hace. Para mí será felicidad pura, el paraíso.

Y diáiii... Desde nuestras expresiones podemos construir

Para no caer en lo mismo, busquemos la originalidad o la acción concreta para cambiar o mejorar.

Hace un tiempo en una reunión sobre temas sociales adonde concurrieron muchas personas de todos los sectores, escuche de Aurelio Coro una expresión, que motivo a acordarme de las expresiones que tenemos los tucumanos.
Por ejemplo; cuando nos encontramos con alguien y al mirarlo, antes de saludarlo le decimos con las manos hacia abajo, al costado del cuerpo, con las palmas hacia arriba, abriendo los ojos y levantando las cejas, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza y todo en un solo movimiento, decimos; Y... ?.
Significa; que nos debe algo, o nos dejó esperando... o confiábamos en el y nos falló.
Esta expresión da pie para que comience una conversación amena, risueña, adonde las excusas o comentarios por la situación están de más. Generalmente se pauta de nuevo el encuentro o lo que sea.

Pero, sobre esta misma expresión hay una variante, esta tiene carácter de reproche, de malestar, de hacer notar la falta, de esperar que cumplas con tu parte. Esa expresión es; Y diai...¡¡¡.
Significa; para cuando¡¡¡... estoy esperando¡¡¡.. te necesito¡¡¡...
El tono de voz es distinto, la mirada fija y va acompañada de gestos poco amistosos, sin ningún tipo de saludo, del otro lado vienen en seguida las justificaciones, excusas de todo tipo, que esconden olvido, desinterés, pereza, o que no le importó.
La persona molesta, ahora pone condiciones, quizás mas duras o recomendaciones severas.
En esa reunión, Aurelio se refería a que nuestra ciudad, nuestra gente, las cosas que pasan, la comunidad nos pregunta; Y?...
Que le debemos a nuestra provincia, a nuestro país, que hacemos aparte de quejarnos, de mostrar las cosas que no están bien, de exigir, que hago desde el lugar donde me encuentro.
Que actitudes tengo, que propongo, que hago, para que la vida no me pregunte; Y diai...¡¡¡

jueves

Angurria

“Chango angurriento”, gritaba mi vieja cuando salía al patio y me encontraba en el árbol y voraceaba las mandarinas con las dos manos, y me tragaba hasta las semillas.
Mi vieja, seguía con su letanía; “dejale algo a tus hermanos”, “no pensás en los demás?”, “te va a agarrar una flor de cagadera”, y así me enumeraba todas las faltas que cometía, y sus consecuencias.
Pero yo solamente pensaba que me encantaban las mandarinas y mi deseo no me permitía pensar en nada, solo en mi placer, en comerme lo que era de todos.
Esto me da pié para pensar en la Angurria, una palabra que se usaba mucho cuando era un niño, designaba a la persona que tenía codicia, avidez, un deseo vehemente, insaciable de tener, incluso define al deseo exagerado por las cosas buenas.

Cuando venía en un taxi desde el centro a mi casa, el tío me dice, “compadre, ha visto lo que pasa en Tartagal?... que desgracia, yo me vine de ahí hace muchos años con mi familia y sufro por lo que veo en TN.”
No ajeno a lo que me contaba seguimos hablando y me comento que por sus amigos y otros familiares, no solo es un problema climático, ni de obras públicas (que faltan y muchas), sino que mencionó con mucha bronca; “es la Angurria de los que tienen de más y joden a los que menos tienen”, “han desmontado campos enteros y el agua no tiene contención, porque las raíces de las plantas del monte se las chupaba casi toda y ahora no” y seguía; “angurrientos de mierda, que necesidad tienen, si les sobra, pasa que ellos viven lejos de esa gente, ven lo que pasa en la tele y no se les mueve un pelo.”
Cuando llego a casa, leo el diario; “una vecina de Tartagal, Cristina Payo, recuerda que desde hace años se viene advirtiendo respecto de las inundaciones; Un loco viene haciendo denuncias desde hace tiempo. Anunciaba este desastre porque se llevaban los árboles, los mejores. El loco tenía razón”, dice irónicamente, en alusión a Raúl Abrate, un especialista en ambiente que denunciaba hace años el desmonte desenfrenado por parte de empresas ajenas a Tartagal.
Se queja, al igual que casi todos los vecinos, de la desidia de los funcionarios. “No hacen cumplir las leyes. La naturaleza se cobra lo que le roban”. Angurria, codicia, avidez insaciable de riquezas, ya sea talando los montes, pues sus maderas son muy requeridas, o para plantar la dichosa soja.
Además, algo que pocos saben, en esa zona se encuentra la segunda cuenca gasífera del país y por lo tanto sacaron todo el monte para poner sus cañerías y plantas de almacenamiento.
Busco en internet y leo con fecha del 14 de agosto de 2001, diario El Tribuno; “Demasiado tarde llegó el respiro para las 20 familias del kilómetro 18, Suspenderían el desmonte en la Comunidad Wichi.. Una comunidad aborigen deberá mudarse o cambiar su forma de subsistencia”. Las topadoras fueron más rápidas que las leyes.
Y sigue; “Medio Ambiente suspenderá el permiso de desmonte concedido a la empresa "Los Cordobeses" en la finca Tonono, a 18 kilómetros de Tartagal, donde familias de la etnia Wichis reclaman el cese de las talas autorizadas en 1996. La medida sería fundada en la falta de cumplimiento de las cortinas forestales que deben dejarse intactas cada 400 metros con un ancho de 20 metros de bosque nativo.”
En este Municipio habitan ocho etnias aborígenes:
matacos, chiriguanos, chanés, tapietes, chorotes, chulupíes, tobas y whenajyek. Son los dueños de la tierra, ellos las cuidan, en su mayoría son cazadores, recolectores y viven en comunidades con sus leyes ancestrales.
Lo mismo pasó hace unos años en Tucumán entre el 91 al 93, en la zona de Concepción, Alpachiri; según dicen, unos papás hacendados, les dieron “permiso” a sus hijos para que “trabajen” desmontando árboles centenarios de los bosques del Parque Nacional Cochuna, donde está la Laguna del Tesoro.
Conclusión; el agua bajó incontenible y arrastro, incluso los troncos de los árboles talados e inundo un basto territorio del sur de la Provincia.
Angurria de unos, dineros en sus bancos, afán desmedido de tener más. En la mayoría, dolor, muerte, perdida, angustia, desesperación y odio.
Muchos nombres de los pueblos y ciudades en el Norte de nuestra patria, tienen que ver con la geografía, con el medio ambiente en que viven, muy significativo, porque en el NOA, vivimos rodeados de vida, de naturaleza, de fauna, de flora variada y preciosa.
Tartagal debe su nombre a la existencia en gran cantidad de plantas de Tártago, perteneciente a la familia de las euforbiáceas.
Los lugares donde viven los responsables de estos desastres que podían ser evitados se llamaran; Angurria, codicia, avidez, acumulación, poder?.

O sus patios tenían demasiadas plantas de mandarinas, por lo tanto sus padres no les decían; “chango angurriento, deja algo para tus hermanos.”

Carretas Tucumanas

Hace muchos años, caminaba con mi padre por un camino de tierra, cuando el se detuvo y haciendo silencio me pregunto:
- ¿Además de los pájaros, escuchas algo mas?
Agudice mis oídos y le respondí:
- Estoy escuchando el ruido de una carreta.
- Eso es - dijo mi padre - Es una carreta vacía.
Pregunte medio curioso;
- ¿Como sabes que es una carreta vacía, si no la vemos?
Mi padre respondió:
- Es fácil, una carreta cuanto mas vacía esta, mayor es el ruido.
Pasado los años, convertido en adulto; cuando veo a una persona hablar demasiado, cuando interrumpe la conversación de otros, cuando es inoportuna para hablar, cuando quiere imponer su criterio, cuando presume de lo que tiene y sabe, cuando impone su cargo, titulo o poder, cuando su verdad es absoluta, prepotente y menospreciando a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
“Cuanto mas vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.”
Sería lindo que no siempre hagamos silencio, sino que aprendamos a expresarnos con libertad, parados en nuestra verdad o ignorancia, pero con la actitud de escuchar al otro, de aprender siempre cosas nuevas, de compartir la riqueza del otro, que seguramente será una manera de llenar nuestra carreta común. Nuestro Tvcvmán común.

Carreta Tucumana:
En la región del Tucumán, se construían las célebres carretas, pues se surtía de ellas a todo el virreinato. Este pesado armatoste, de una longitud de 15 metros, con una carga máxima de 1.800 kilos, estaba constituida por un camastrón, piso ajustado o caja de madera, estrecha y larga sobre dos ruedas de madera altísimas que facilitaban el cruce de ríos y arroyos. Llevaba toldo de cuero o de quinchada y paredes de lo mismo sujetas a los costados. De la carreta salía una pértiga, una caña con una púa de hierro para azuzar a las bestias.
En las carretas no hay hierro alguno ni clavo, porque todo es de madera. Se sabe que las carretas de Mendoza, son más anchas que las de Tucumán, debido a la mayor amplitud de los caminos que atraviesan.
La carreta era arrastrada por bueyes -generalmente tres yuntas-, por eso se trasladaba con mucha lentitud, recorriendo apenas cinco leguas en toda una jornada de marcha.
Un viaje a Bs. As. tardaba entre 40 a 50 días.
En las zonas alejadas de los ríos navegables, las carretas fueron el primer medio de comunicación conocido en nuestro país. Transportaban, indistintamente, carga y pasajeros entre ciudades y pueblos. Cuando los viajes eran largos, se agrupaban varias de ellas formando una caravana.



De Simoca - Zamba

Carretas cañeras cruzan la laguna;
el grillo a la luna le da su cantar
y en los valles retumba mi caja;
canta con la zafra todo Tvcvmán.

La noche en sus ojos, la miel en su boca:
te traigo una copla del cañaveral:
de la luna que alumbra en Simoca,
cuando se le antoja de noche alumbrar.

Yo le hablo a mi rancho, a los cañaverales.
¡Ojalita que ella pudiera escuchar!
Cuando salga la luna en Simoca,
con poquita cosa se ha de conformar.

Se van las carretas, subiendo el camino,
pensando en el ruido de su traquetear.
Como el grillo alunao en Simoca,
yo canto mi copla del cañaveral.

Amores de zamba cosecha la zafra;
la niña se alhaja para enamorar.
Que tan sólo un decir se me antoja.
Después, de su boca, nadita querrá.

Letra y música: Chango Rodríguez