jueves

Angurria

“Chango angurriento”, gritaba mi vieja cuando salía al patio y me encontraba en el árbol y voraceaba las mandarinas con las dos manos, y me tragaba hasta las semillas.
Mi vieja, seguía con su letanía; “dejale algo a tus hermanos”, “no pensás en los demás?”, “te va a agarrar una flor de cagadera”, y así me enumeraba todas las faltas que cometía, y sus consecuencias.
Pero yo solamente pensaba que me encantaban las mandarinas y mi deseo no me permitía pensar en nada, solo en mi placer, en comerme lo que era de todos.
Esto me da pié para pensar en la Angurria, una palabra que se usaba mucho cuando era un niño, designaba a la persona que tenía codicia, avidez, un deseo vehemente, insaciable de tener, incluso define al deseo exagerado por las cosas buenas.

Cuando venía en un taxi desde el centro a mi casa, el tío me dice, “compadre, ha visto lo que pasa en Tartagal?... que desgracia, yo me vine de ahí hace muchos años con mi familia y sufro por lo que veo en TN.”
No ajeno a lo que me contaba seguimos hablando y me comento que por sus amigos y otros familiares, no solo es un problema climático, ni de obras públicas (que faltan y muchas), sino que mencionó con mucha bronca; “es la Angurria de los que tienen de más y joden a los que menos tienen”, “han desmontado campos enteros y el agua no tiene contención, porque las raíces de las plantas del monte se las chupaba casi toda y ahora no” y seguía; “angurrientos de mierda, que necesidad tienen, si les sobra, pasa que ellos viven lejos de esa gente, ven lo que pasa en la tele y no se les mueve un pelo.”
Cuando llego a casa, leo el diario; “una vecina de Tartagal, Cristina Payo, recuerda que desde hace años se viene advirtiendo respecto de las inundaciones; Un loco viene haciendo denuncias desde hace tiempo. Anunciaba este desastre porque se llevaban los árboles, los mejores. El loco tenía razón”, dice irónicamente, en alusión a Raúl Abrate, un especialista en ambiente que denunciaba hace años el desmonte desenfrenado por parte de empresas ajenas a Tartagal.
Se queja, al igual que casi todos los vecinos, de la desidia de los funcionarios. “No hacen cumplir las leyes. La naturaleza se cobra lo que le roban”. Angurria, codicia, avidez insaciable de riquezas, ya sea talando los montes, pues sus maderas son muy requeridas, o para plantar la dichosa soja.
Además, algo que pocos saben, en esa zona se encuentra la segunda cuenca gasífera del país y por lo tanto sacaron todo el monte para poner sus cañerías y plantas de almacenamiento.
Busco en internet y leo con fecha del 14 de agosto de 2001, diario El Tribuno; “Demasiado tarde llegó el respiro para las 20 familias del kilómetro 18, Suspenderían el desmonte en la Comunidad Wichi.. Una comunidad aborigen deberá mudarse o cambiar su forma de subsistencia”. Las topadoras fueron más rápidas que las leyes.
Y sigue; “Medio Ambiente suspenderá el permiso de desmonte concedido a la empresa "Los Cordobeses" en la finca Tonono, a 18 kilómetros de Tartagal, donde familias de la etnia Wichis reclaman el cese de las talas autorizadas en 1996. La medida sería fundada en la falta de cumplimiento de las cortinas forestales que deben dejarse intactas cada 400 metros con un ancho de 20 metros de bosque nativo.”
En este Municipio habitan ocho etnias aborígenes:
matacos, chiriguanos, chanés, tapietes, chorotes, chulupíes, tobas y whenajyek. Son los dueños de la tierra, ellos las cuidan, en su mayoría son cazadores, recolectores y viven en comunidades con sus leyes ancestrales.
Lo mismo pasó hace unos años en Tucumán entre el 91 al 93, en la zona de Concepción, Alpachiri; según dicen, unos papás hacendados, les dieron “permiso” a sus hijos para que “trabajen” desmontando árboles centenarios de los bosques del Parque Nacional Cochuna, donde está la Laguna del Tesoro.
Conclusión; el agua bajó incontenible y arrastro, incluso los troncos de los árboles talados e inundo un basto territorio del sur de la Provincia.
Angurria de unos, dineros en sus bancos, afán desmedido de tener más. En la mayoría, dolor, muerte, perdida, angustia, desesperación y odio.
Muchos nombres de los pueblos y ciudades en el Norte de nuestra patria, tienen que ver con la geografía, con el medio ambiente en que viven, muy significativo, porque en el NOA, vivimos rodeados de vida, de naturaleza, de fauna, de flora variada y preciosa.
Tartagal debe su nombre a la existencia en gran cantidad de plantas de Tártago, perteneciente a la familia de las euforbiáceas.
Los lugares donde viven los responsables de estos desastres que podían ser evitados se llamaran; Angurria, codicia, avidez, acumulación, poder?.

O sus patios tenían demasiadas plantas de mandarinas, por lo tanto sus padres no les decían; “chango angurriento, deja algo para tus hermanos.”